El Amor es Ciego - Poemas de Amor
El Amor es Ciego - Poemas de Amor
_Cuándo las ganas de reir estén ausentes, recuerda uno de los mejores momentos de tu vida, y dejalo correr por las calles de tu mente...
_¿Cómo quieres que te olvide si al empezar a olvidarte me olvido del olvido y empiezo a recordarte?
_Sólo le tengo miedo a una cosa en la vida: lo que hay después de ella.
_Si de verdad amas a alguien déjalo ir, si vuelve es porque siempre te amó, si no es porque nunca lo hizo.
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Carta con Poema de amor
Carta con Poema de amor
_Cuándo las ganas de reir estén ausentes, recuerda uno de los mejores momentos de tu vida, y dejalo correr por las calles de tu mente...
_¿Cómo quieres que te olvide si al empezar a olvidarte me olvido del olvido y empiezo a recordarte?
_Sólo le tengo miedo a una cosa en la vida: lo que hay después de ella.
_Si de verdad amas a alguien déjalo ir, si vuelve es porque siempre te amó, si no es porque nunca lo hizo.
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A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España
A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España
LLEGASTE a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.
También el ruiseñor en tu boca traías.
Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.
Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego
azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.
No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.
Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.
No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que
te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.
Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán
un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.
Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.
Y más allá la tierra se agiganta,
la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria están seguros,
acrecentados sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto,
sino las armas
inexorables!
· Espéralas! Espérame!
Poemas de Pablo Neruda
LLEGASTE a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.
También el ruiseñor en tu boca traías.
Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.
Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego
azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.
No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.
Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.
No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que
te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.
Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán
un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.
Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.
Y más allá la tierra se agiganta,
la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria están seguros,
acrecentados sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto,
sino las armas
inexorables!
· Espéralas! Espérame!
Poemas de Pablo Neruda
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Cien sonetos de amor de Pablo Neurda
Cien Sonetos de amor
Soneto I
Soneto II
Soneto III
Soneto IV
Soneto V
Soneto VI
Soneto VII
Soneto VIII
Soneto IX
Soneto X
Soneto XI
Soneto XII
Soneto XIII
Soneto XIV
Soneto XV
Soneto XVI
Soneto XVII
Soneto XVIII
Soneto XIX
Soneto XX
Soneto XXI
Soneto XXII
Soneto XXIII
Soneto XXIV
Soneto XXV
Soneto XXVI
Soneto XXVII
Soneto XXVIII
Soneto XXIX
Soneto XXX
Soneto XXXI
Soneto XXXII
Soneto XXXIII
Soneto XXXIV
Soneto XXXV
Soneto XXXVI
Soneto XXXVII
Soneto XXXVIII
Soneto XXXIX
Soneto XL
Soneto XLI
Soneto XLII
Soneto XLIII
Soneto XLIV
Soneto XLV
Soneto XLVI
Soneto XLVII
Soneto XLVIII
Soneto XLIX
Soneto L
Soneto LI
Soneto LII
Soneto LIII
Soneto LIV
Soneto LV
Soneto LVI
Soneto LVII
Soneto LVIII
Soneto LIX
Soneto LX
Soneto LXI
Soneto LXII
Soneto LXIII
Soneto LXIV
Soneto LXV
Soneto LXVI
Soneto LXVII
Soneto LXVIII
Soneto LXIX
Soneto LXX
Soneto LXXI
Soneto LXXII
Soneto LXXIII
Soneto LXXIV
Soneto LXXV
Soneto LXXVI
Soneto LXXVII
Soneto LXXVIII
Soneto LXXIX
Soneto LXXX
Soneto LXXXI
Soneto LXXXII
Soneto LXXXIII
Soneto LXXXIV
Soneto LXXXV
Soneto LXXXVI
Soneto LXXXVII
Soneto LXXXVIII
Soneto LXXXIX
Soneto XC
Soneto XCI
Soneto XCII
Soneto XCIII
Soneto XCIV
Soneto XCV
Soneto XCVI
Soneto XCVII
Soneto XCVIII
Soneto XCIX
Soneto C
Soneto I
Soneto II
Soneto III
Soneto IV
Soneto V
Soneto VI
Soneto VII
Soneto VIII
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Pablo Neruda | Biografia | Vida.
Pablo Neruda
Pablo Neruda es un poeta chileno galardonado con el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nobel de Literatura. También se desempeñó como diplomático y fue miembro activo del partido comunista, compromiso político que muchas veces se ve plasmado en sus obras. Ampliamente conocido por sus obras Veinte poemas de amor y una canción desesperada y sus Cien sonetos de amor, también es el autor de poemas tales como Ahora es Cuba, Alturas de Macchu Picchu, Los enemigos y Si tú me olvidas, entre tantas otras.
Poemas de Pablo Neruda
Pablo Neruda es un poeta chileno galardonado con el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nobel de Literatura. También se desempeñó como diplomático y fue miembro activo del partido comunista, compromiso político que muchas veces se ve plasmado en sus obras. Ampliamente conocido por sus obras Veinte poemas de amor y una canción desesperada y sus Cien sonetos de amor, también es el autor de poemas tales como Ahora es Cuba, Alturas de Macchu Picchu, Los enemigos y Si tú me olvidas, entre tantas otras.
Poemas de Pablo Neruda
A continuación, los mejores poemas de Pablo Neruda:
-20 Poemas de amor
-Cien Sonetos de amor ojo
-A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España
A mis obligaciones
A Rafael Alberti
A todos, a vosotros...
A una estatua de proa (elegía)
Agua sexual
Ahora es Cuba
Al pie desde su niño
Alberto Rojas Giménez viene volando
Algunas bestias
Alianza (Sonata)
Allá voy, allá voy, piedras, esperen!
Alturas de Macchu Picchu
América insurrecta (1800)
América, no invoco tu nombre en vano
Amiga, no te mueras...
Amo, Valparaíso, cuanto encierras...
Amor
Amor América
Ángela adónica
Apogeo del apio
Aquí viene Nazim Hikmet
Araucanía, rosa mojada, diviso...
Araucaria
Arena americana, solemne...
Arte magnética
Arte poética
Barcarola
Barrio sin luz
Bella
Bernardo O'Higgins Riquelme (1810)
Bodas
Caballero solo
Caballo de los sueños
Cabeza a pájaros
Canto a las madres de los milicianos muertos
Celebración
Colección nocturna
Cómo nacen las banderas
Con Quevedo, en primavera
Cuándo de Chile
De endurecer la tierra...
Débil del alba
Déjame sueltas las manos...
Descubridores de Chile
Desespediente
Disposiciones
Diurno doliente
Dónde estará la Guillermina?
Educación del cacique
El abandonado
El barco
El cazador en el bosque
El fantasma del buque de carga
El fuego cruel
El futuro es espacio
El gran mantel
El gran océano
El mar
El miedo
El monte y el río
El pájaro yo
El pastor perdido
El poeta se despide de los pájaros
El río
El sobreviviente saluda a los pájaros
El sol
El sur del océano
El tigre
El viento en la isla
El vuelo
En ti la tierra
Enfermedades en mi casa
Entierro en el Este
Entrada a la madera
Envío (1949)
Epitalamio
Esclava mía...
Esta campana rota...
Están aquí
Estatuto del vino
Explico algunas cosas
Fábula de la sirena y los borrachos
Farewell
Feliz año para mi patria en tinieblas
Final
Galope muerto
Guayaquil (1822)
Hago girar mis brazos...
Himno y regreso (1939)
Homenaje a Balboa
Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana
Jardín de invierno
José Miguel Carrera (1810)
Josie Bliss
Juntos nosotros
La ahogada del cielo
La calle destruida
La carta en el camino
La casa de las odas
La gran alegría
La línea colorada
La lluvia (Rapa Nui)
La mamadre
La muerte
La poesía
La rosa del herbolario
La tarde sobre los tejados
La tierra
La tierra combatiente
La tierra se llama Juan
La tortuga
Las agonías
Las espigas
Las flores de Punitaqui
Las furias y las penas
Las masacres
Llama el océano
Llegada a Puerto Picasso
Llénate de mí
Llueve...
Locos amigos
Los constructores de estatuas (Rapa Nui)
Los enemigos
Los hombres del nitrato
Los hombres y las islas
Los jugadores
Los libertadores
Los llamo
Los muertos de la plaza
Los puentes
Madrid (1936)
Madrid (1937)
Maestranzas de noche
Mariposa de otoño
Material nupcial
Maternidad
Melancolía en las familias
México (1940)
Mi muchacha salvaje
Migración
Molusca gongorina
Monzón de mayo
Muchos somos
Naciendo en los bosques
No hay olvido (Sonata)
No hay pura luz
No me pregunten
No tan alto
Oda a Federico García Lorca
Oda a la abeja
Oda a la alegría
Oda a la araucaria araucana
Oda a la cebolla
Oda a la crítica
Oda a la cuchara
Oda a la edad
Oda a la envidia
Oda a la manzana
Oda a la pereza
Oda a la poesía
Oda a la tristeza
Oda a la vida
Oda a las cosas
Oda a los calcetines
Oda a los poetas populares
Oda a los trenes del sur
Oda a un reloj en la noche
Oda a una estrella
Oda a Valparaíso
Oda a Walt Whitman
Oda al aceite
Oda al amor
Oda al ancla
Oda al átomo
Oda al caldillo de congrio
Oda al día feliz
Oda al diccionario
Oda al gato
Oda al libro (II)
Oda al mal ciego
Oda al mar
Oda al presente
Oda al tiempo
Oda al vino
Orégano
Padre de Chile
Paz para los crepúsculos que vienen
Pequeña América
Picaflor (II)
Pido silencio
Piedras antárticas
Piedras para María
Pingüino
Rapa Nui
Recabarren (1921)
Resurrecciones
Ritual de mis piernas
San Martín (1810)
Se unen la tierra y el hombre
Sed de ti
Sensación de olor
Sepan lo sepan lo sepan
Serenata
Si tú me olvidas
Siempre
Significa sombras
Silencio
Sin embargo me muevo
Sobre mi mala educación
Sólo la muerte
Sonata con dolores
Sonata y destrucciones
Sube a nacer conmigo, hermano...
Surgen los hombres
Tango del viudo
Tempestad con silencio
Tenéis que oírme
Tengo miedo
Testamento (I)
Testamento (II)
Testamento de otoño
Tiranía
Transiberiano
Un canto para Bolívar
Un día sobresale
Unidad
Valdivia (1544)
Vals
Vegetaciones
Ventana de los cerros! Valparaíso, estaño...
Vienen por las islas (1943)
Walking around
Y cuánto vive?
Y porque amor combate
Ya se fue la ciudad
-20 Poemas de amor
-Cien Sonetos de amor ojo
-A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España
A mis obligaciones
A Rafael Alberti
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América, no invoco tu nombre en vano
Amiga, no te mueras...
Amo, Valparaíso, cuanto encierras...
Amor
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Ángela adónica
Apogeo del apio
Aquí viene Nazim Hikmet
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Araucaria
Arena americana, solemne...
Arte magnética
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Barcarola
Barrio sin luz
Bella
Bernardo O'Higgins Riquelme (1810)
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Cabeza a pájaros
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Celebración
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Débil del alba
Déjame sueltas las manos...
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Desespediente
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El fantasma del buque de carga
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El futuro es espacio
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El mar
El miedo
El monte y el río
El pájaro yo
El pastor perdido
El poeta se despide de los pájaros
El río
El sobreviviente saluda a los pájaros
El sol
El sur del océano
El tigre
El viento en la isla
El vuelo
En ti la tierra
Enfermedades en mi casa
Entierro en el Este
Entrada a la madera
Envío (1949)
Epitalamio
Esclava mía...
Esta campana rota...
Están aquí
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Explico algunas cosas
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Farewell
Feliz año para mi patria en tinieblas
Final
Galope muerto
Guayaquil (1822)
Hago girar mis brazos...
Himno y regreso (1939)
Homenaje a Balboa
Hoy, que es el cumpleaños de mi hermana
Jardín de invierno
José Miguel Carrera (1810)
Josie Bliss
Juntos nosotros
La ahogada del cielo
La calle destruida
La carta en el camino
La casa de las odas
La gran alegría
La línea colorada
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La mamadre
La muerte
La poesía
La rosa del herbolario
La tarde sobre los tejados
La tierra
La tierra combatiente
La tierra se llama Juan
La tortuga
Las agonías
Las espigas
Las flores de Punitaqui
Las furias y las penas
Las masacres
Llama el océano
Llegada a Puerto Picasso
Llénate de mí
Llueve...
Locos amigos
Los constructores de estatuas (Rapa Nui)
Los enemigos
Los hombres del nitrato
Los hombres y las islas
Los jugadores
Los libertadores
Los llamo
Los muertos de la plaza
Los puentes
Madrid (1936)
Madrid (1937)
Maestranzas de noche
Mariposa de otoño
Material nupcial
Maternidad
Melancolía en las familias
México (1940)
Mi muchacha salvaje
Migración
Molusca gongorina
Monzón de mayo
Muchos somos
Naciendo en los bosques
No hay olvido (Sonata)
No hay pura luz
No me pregunten
No tan alto
Oda a Federico García Lorca
Oda a la abeja
Oda a la alegría
Oda a la araucaria araucana
Oda a la cebolla
Oda a la crítica
Oda a la cuchara
Oda a la edad
Oda a la envidia
Oda a la manzana
Oda a la pereza
Oda a la poesía
Oda a la tristeza
Oda a la vida
Oda a las cosas
Oda a los calcetines
Oda a los poetas populares
Oda a los trenes del sur
Oda a un reloj en la noche
Oda a una estrella
Oda a Valparaíso
Oda a Walt Whitman
Oda al aceite
Oda al amor
Oda al ancla
Oda al átomo
Oda al caldillo de congrio
Oda al día feliz
Oda al diccionario
Oda al gato
Oda al libro (II)
Oda al mal ciego
Oda al mar
Oda al presente
Oda al tiempo
Oda al vino
Orégano
Padre de Chile
Paz para los crepúsculos que vienen
Pequeña América
Picaflor (II)
Pido silencio
Piedras antárticas
Piedras para María
Pingüino
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Resurrecciones
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Se unen la tierra y el hombre
Sed de ti
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Sepan lo sepan lo sepan
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Siempre
Significa sombras
Silencio
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Sobre mi mala educación
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Sonata con dolores
Sonata y destrucciones
Sube a nacer conmigo, hermano...
Surgen los hombres
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Tempestad con silencio
Tenéis que oírme
Tengo miedo
Testamento (I)
Testamento (II)
Testamento de otoño
Tiranía
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Vals
Vegetaciones
Ventana de los cerros! Valparaíso, estaño...
Vienen por las islas (1943)
Walking around
Y cuánto vive?
Y porque amor combate
Ya se fue la ciudad
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La canción desesperada
Pablo Neruda
20 poemas de amor y una canción desesperada
La canción desesperada
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
Poemas de Pablo Neruda
20 poemas de amor y una canción desesperada
La canción desesperada
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
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Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
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Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
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Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
Poemas de Pablo Neruda
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Poema 20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
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y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
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Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
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